El despacho
EL DESPACHO Luis Ángel García Melero El niño se despertó con ganas de ir al baño. Se levantó y fue al cuarto de baño. Al salir, vio, al final del largo pasillo, una luz en la habitación que sus padres llamaban despacho, la única en la que no había una cama. Se acercó despacio hasta ella y apoyó la frente en el quicio de la puerta. Unos centímetros más allá del dintel, había una silla tapizada de verde pálido y con fuertes patas de madera. Algo más arriba de un metro de su respaldo, se veía una fotografía en blanco y negro enmarcada, que representaba a un varón de unos cincuenta años con la cabeza de forma cúbica, las sienes y el bigote plateados y el cabello corto y peinado con una raya al lado, que coincidía con el arco de la ceja izquierda. Vestía una chaqueta y una corbata. Sus ojos debieron ser claros, azules o, tal vez, grises. Le dijeron que era su abuelo paterno. No le llegó a conocer, pues falleció dos años y unos meses antes de que él naciera. A continuac...