Hoy es 4 de Septiembre
Hoy, 4 de septiembre, cumplo sesenta y tres años. Nací un día como hoy en Madrid, en el Paseo de las Delicias número 85. Aún subsiste el edificio en el que mi madre me alumbró, pues en aquella época los niños nacían en el dormitorio de la vivienda en que fue concebido-
Soy un hombre afortunado. Mi hermano José Enrique y mi padre dejaron por escrito las vivencias de aquel día de 1951. El relato de mi hermano me llegó por correo electrónico el 4 de septiembre de 2007 a las 17 h. 42’ y 04 segundos. Después de felicitarme por mi mis 56 año, me decía literalmente:
… El 4 de septiembre de 1951 hacía muchísimo calor en Madrid. Así ocurría en aquel piso del paseo de las Delicias 85, 4º, y mamá, quien estaba a punto de dar a luz, sudaba mucho. Tanto que nos impresionó. Debía ser el anuncio del eminente parto. A nuestro hermano mayor, Tito, que siempre fue tan ingenioso, se le ocurrió una idea que entre los dos llevamos a término en la habitación de la criada que daba a un patio y en donde apenas había luz, pues nos habían retirado, discretamente, de las habitaciones neurálgicas de la casa: hacer un abanico de papel para que mamá no pasara tanto calor. Cogimos papel de un periódico (imagino que sería el ABC) e hicimos ese abanico de pliegues que tanta gracia hizo a nuestra madre. Desconozco si llegó a abanicarse con él. Al poco tiempo, la tía María Luisa Melero vino a recogernos y nos llevó en metro, la línea 3, hasta su casa en la calle Guzmán el Bueno, 7, junto a nuestras primas Ana Mari y Gloria. Allí debimos permanecer un día entero. Recuerdo que, al regresar a nuestro piso, me llamó mucho la atención un puesto de melones que había casi al lado de nuestra casa… Este es el motivo de que siempre identifiquemos esta maravillosa fruta, divina cuando está dulce, con tu nacimiento. Esto mismo le ocurría a nuestro padre. No sé en dónde se hallará ya ese abanico, sin duda, un recuerdo espléndido de tu hermano Tito, quien entonces tendría ya unos ocho años, pues yo, con seis, sería más torpe a la hora de plegar el papel; pero mamá siempre lo guardó como una joya especial entre sus papeles más íntimos. Mucho tiempo después volví a verlo varias veces. Ahora no se si lo conserva Elo o no. ¿Sabes algo de él?
Ese abanico lo vi por última vez en el año 2001 cuando los tres hermanos, Justo (Tito), José Enrique y yo, con la ayuda de mi mujer, ayudamos a mi hermana Eloísa a desmontar la biblioteca y la casa de mi padre por apremio del propietario de uno de los dos pisos que tenían alquilados mis padres en la calle Blanca de Navarra de Madrid. Estaba allí, en un arca de madera de tamaño mediano, que contenía los indios y americanos y las colecciones de tebeos de mi infancia. La vorágine de aquellos días, en las que mis hermanos y yo estábamos recuperándonos de sendas operaciones de cánceres y Eloísa de una reciente rotura de pie, me impide afirmar nada seguro. Yo estoy convencido de que mi hermana me lo dio para que lo guardara pero no sé dónde. Sí recuerdo que aquellas colecciones de El capitán trueno, El jabato, El cosaco verde, Pulgarcito… las tiramos y con ellas, muchas horas de los domingos de mi infancia y adolescencia dedicadas a leerlos.
Después del parto acaeció mi primer infortunio de salud. Así lo narra mi padre en las memorias que dictó a Eloísa y a su cuidador, Jesús González Mangas, en los años transcurridos desde setiembre de 1993 a marzo de 1998:
4 de septiembre de 1951
Nace mi hijo Luis Ángel García Melero Morales Melero en el piso 5º izquierda de la esquina a la calle Juan de Vera en el número 85 del Paseo de las Delicias a las 7 o poco más de la tarde.
Nació muy guapo, con unos ojos maravillosos que le quemó la comadrona por echarle más gotas de las debidas. Ocurrió todo esto un día que olía a los melones que eran vendidos en la plaza de Luca de Tena y en el propio Paseo de las Delicias. El mismo día 5 o 6, por que se acababa ya la época de las vacaciones, tuve que irme a Ávila en compañía de Doña Luisa Cuesta para acabar de concluir el Catálogo Colectivo de los numerosos incunables (alrededor de 500) en la Biblioteca del Marqués de Benavites y de San Juan de Piedras Albas. Allí nos hospedamos en el entonces llamado Hotel París, en la calle de San Segundo, no lejos de la Iglesia Románica de San Vicente, por una escalera se baja a la Virgen de la Soterraña. Por cierto que en aquel hotel pasaba consulta médica el doctor Torres, buen amigo de mi suegro y con el que había trabajado mi esposa Casilda como enfermera de la Guerra Civil. Este médico se hallaba en el Hotel en calidad de preso.
No tardé mucho, pocos días, en regresar a Madrid con mi niño y toda la familia. Me recompensaron este viaje con 3000 pesetas.
Hay cierta discordancia entre José Enrique y mi padre sobre el piso en el que vivía mi familia y del que no recuerdo nada, excepto un corazón de Jesús, que había en la puerta de entrada a una vivienda y que se ha quedado grabado en mi memoria como el recuerdo más antiguo, pues debía contar yo con dos o tres años. Fue, exactamente, el día en el que mi familia se mudaba de la casa del Paseo de las Delicias a la de la calle Blanca de Navarra. Luego mis hermanos me contaban detalles de aquella morada en la que nací, que no he logrado retener. Sí recuerdo uno, que siempre me asombró. Muy cerca de nuestra casa estaba la denominada Cárcel de mujeres, donde estaban recluidas algunas por motivos políticos. Según mi hermano José Enrique, el más próximo a mí en edad, por las noches se oía unas voces que decían “Centinela, alerta” y que pasaba de uno a otro para comprobar que todos estaban vivos y cumpliendo su misión. Según él, algunas noches se oían como petardos que, suponía, eran los disparos del fusilamiento de alguna prisionera. Al escuchar este relato, mis grandes ojos azules se abrían todavía más.
El tiempo lo ha devastado todo. De aquel 4 de septiembre de 1951 sólo subsistimos de las personas mencionadas, mi hermana Eloísa y yo. Mi madre murió en 1993, cinco años después, mi padre; once años más tarde, mi hermano Justo y en el 2014, José Enrique. También murió mi tía María Luisa, que fue mi madrina de bautizo en la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, en la calle Rafael de Riego de Madrid, y su marido Teófilo Manuel Mediante y la bibliotecaria y bibliógrafa, Luisa Cuesta. Mis primas Ana María y Gloria Manuel Melero y nosotros dos somos los únicos testigos de aquel tiempo que no volverá. Mi nombre, Luis Ángel, es una composición para agradar a mis dos padrinos: Luis, por la hermana de mi madre a la que me he referido, y por el hermano de mi padre también llamado Luis, y Ángel por mi tío paterno Ángel García Morales. También ellos dos, Luis, arquitecto, y Ángel, catedrático de instituto de la disciplina de ciencias naturales en Antequera y Salamanca, han fallecido. La nostalgia ahoga mi garganta: Todo en ti fue naufragio.
Comentarios
Publicar un comentario