MEMORIAS DE UN BIBLIOTECARIO DE LA TRANSICIÓN POLÍTICA Y TECNOLÓGICA
3. MI PRIMERA ETAPA EN LA BIBLIOTECA
NACIONAL DE ESPAÑA. LA ORGANIZACIÓN DEL LEGADO COMÍN COLOMER
por Luis Ángel García Melero
La Biblioteca Nacional de España ha estado y
está presente en mi vida desde mi nacimiento. Por lo tanto, es mucho más que
una institución en la que hemos trabajado mi abuelo, mi padre, algunos tíos
paternos (Alfonso García Morales, Luis y Ernesto García Camarero), mis hermanos
Justo y Eloísa, mi mujer y mi cuñada Pilar Fernández Roca, mi primo hermano
Rodrigo García Pérez y yo. El imaginario de mi vida estaría incompleto sin la
fachada y las dependencias de la Biblioteca Nacional de España. Ya se lo decía
mi madre a mi padre:
-
Te
has casado con la Biblioteca Nacional.
Cuando fue Jefe del Servicio Nacional de
Información Bibliográfica, se pasaba en ella doce y más horas. Mi madre nos
llevaba, a mi hermana Eloísa y a mí, a esperar a que saliera de trabajar a los
jardines de la Biblioteca o al Paseo de Recoletos, en el que nos sentábamos en
unas sillas de hierro que entonces había. Allí bebíamos agua muy fresca de un
botijo de barro que ofrecía una aguadora. Recuerdo a una señora mayor, bajita,
con un cabello blanco azulado, que se ha quedado grabado en mi memoria, llamada
María. Hablaba con mi madre y con nosotros. Bebíamos del botijo y cobraba unos
céntimos a mi madre por cada trago.
Desde las altas ventanas de la cuarta planta
donde estuvo el Archivo Histórico Nacional, luego el Servicio Nacional del
Tesoro Documental y Bibliográfico y ahora la Sala de Prensa y Publicaciones
Periódicas, los hijos de Luis Sánchez Belda, D. José Ibáñez Cerdá, Francisco
Esteve Barba y de D. Justo García Morales veíamos el desfile del día de la
Victoria. Por su espacio corríamos cuando terminaba o nos aburríamos de
contemplar tanto soldado.
Mis hermanos Justo, José Enrique y Eloísa
participaron como paje y enanitos de Blanca Nieves, respectivamente, en el
desfile de personajes literarios que Francisco Esteve Barba y mi padre
organizaron un año para celebrar el día del libro. Mi hermana se retiraba la
barba postiza de enanito y decía a todo el mundo: “Soy la Elo” para que
supieran quién era. Yo iba en brazos de una bibliotecaria, Elvira Navarro, que,
paradojas de la vida laboral, terminó siendo subordinada mía cuando desempeñé el
puesto de director del Departamento de Adquisiciones. Aquel desfile concluyó
con una multa a la bellísima bibliotecaria Dª María Montáñez, porque se le
ajustaban demasiado los leggins verdes
que llevaba como correspondía al personaje del que se había disfrazado: D. Gil
de las Calzas Verdes.
Eran otros tiempos, en los que los
bibliotecarios creían que los problemas de las bibliotecas españolas se
resolverían metiendo a Franco en un bibliobús.
-
¡Qué
ingenuos éramos! – decía mi padre cuando nos narraba sus vivencias.
Muchos bibliotecarios de mi infancia eran
personas muy cultas, académicos, incluso, todos se trataban de usted, no había
tantos niveles retributivos, muchos sobrevivían en medio de un régimen político
ajeno a sus ideologías y convivían con otros que habían accedido por ser ex alférez
provisional o huérfano de padre caído por Dios y por España durante la guerra
civil …
Eran otros tiempos con menos presupuesto y
medios técnicos, con una edición nacional muy por debajo de la actual, pero con
apenas personal, con muchísimos lectores porque la Biblioteca Nacional tenía
que hacer las funciones de las bibliotecas patrimoniales, universitarias,
públicas y hasta escolares, pues de hecho no había un sistema bibliotecario en
España…
Eran otros tiempos, en los que los hijos de los
bibliotecarios aprendíamos la profesión en casa, porque no había una formación
reglada salvo la Escuela de Documentalistas en Madrid, la Escuela de
Bibliotecarias en Barcelona y la Universidad de Navarra.
Aquella institución, de la que mi padre seguía
hablando en casa, y para la que trabajamos Eloísa, con nueve o diez años, y yo,
con siete u ocho, confeccionando el índice de títulos de Bibliografía Española, correspondientes a los libros de la notación
de la Clasificación Decimal Universal (CDU) 087.5, Literatura infantil y
juvenil. El motivo de esta “explotación infantil” es que el repertorio tenía
que publicarse ya. Aquella institución, repito, forma parte de mi ADN, de mi
cosmovisión, de mi imaginario vital y sabía que estaba predestinado a trabajar
en ella.
En el mes de febrero de 1976 fui contratado asimilado al Cuerpo
Facultativo de Archivos y Bibliotecas y destinado a la Biblioteca Nacional. Sin
duda, la consecución de este contrato se debió, en parte, a la amistad de mi
padre, Justo García Morales, con el director de este organismo nombrado en
1975, D. Hipólito Escolar Sobrino[1].
Otro hecho que influyó[2]
fue que me encontraba cursando el segundo año de la Escuela de Documentalistas,
cuyas clases se impartían en el edificio de la Biblioteca Nacional. La Escuela
ocupaba un espacio existente en la primera planta de la escalera principal,
aproximadamente donde en la actualidad se encuentra parte de la Gerencia.
Disponía de tres aulas, una biblioteca, una sala de lectura y otra en la que se
reunían los profesores, además de una oficina atendida por Antonia Sarriá y su
marido Santos. Era heredera de la Escuela de Bibliotecarios, creada en parte
por mi padre y el también bibliotecario Francisco Esteve Barba en la década de
los años 1950, y pasó a denominarse Centro de Estudios Bibliográficos y
Documentarios algunos años más tarde.
Cuando llegué a la Biblioteca Nacional a tomar posesión de mi contrato
asimilado al Cuerpo Facultativo de Bibliotecarios, que se renovaba anualmente,
me encontré con otros dos compañeros, que estábamos destinados a formar un
equipo encargado de ir materializando algunas de las nuevas ideas que traía D.
Hipólito Escolar. Estos compañeros y amigos desde entonces, eran Carmen Alba
López y Carlos Ibáñez Montoya. Ellos obtuvieron plaza de funcionarios
facultativos de bibliotecas mucho antes que yo por los motivos que expondré en
su momento. Carlos era hijo de D. José Ibáñez Cerdá, archivero y bibliotecario
que ocupó los puestos de Jefe de la Sección de Mapas y Secretario de la
Biblioteca Nacional antes de ejercer hasta su jubilación como director de las
bibliotecas del Consejo de Estado y del Instituto de Cultura Hispánica, actual
AECID.
El primer trabajo que nos encargaron, fue la organización del legado de
la colección de Eduardo Comín Colomer, recién ingresada en la Biblioteca
Nacional. El bibliotecario que nos dio las instrucciones pertinentes y revisó
nuestro trabajo, fue D. Roberto Liter Curieses, secretario del centro. Cuando
me enteré de quién fue el autor de esa donación, me sonreí: nunca hubiera
podido sospechar que uno de las personas encargadas del tratamiento técnico de
su biblioteca particular, iba a ser el nieto de un masón[3]
represaliado en la posguerra de la sublevación militar del 18 de julio de 1936.
7.1.- El legado de Eduardo
Comín Colomer [4]
El comisario de policía, director General de la Academia de Policía,
periodista, titulado en 1949 en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, y
escritor, incluso de tres obras de teatro, D. Serafín Eduardo Comín Colomer
nació en Zaragoza en 1909 y falleció en 1975. A los diez y ocho años, en 1926
exactamente, empieza su actividad como periodista escribiendo textos sobre
espectáculos, deportes y toros, algunos firmados con los seudónimos de Don Eco
y Eduardito, en los diarios El Noticiero,
publicado por la Editorial Católica, Heraldo
Riojano de Zaragoza, La Afición, El chiquero, Noticiario y La Voz de Aragón. En 1931 simultanea
esta actividad con la de agente comercial acompañando a su padre. Al tiempo que
prepara las oposiciones a Agente de 3ª del Cuerpo de Investigación y Vigilancia
de la Policía, que no logró superar, se empieza a mover en los círculos de la
derecha católica antirepublicana colaborando en la puesta en marcha de la
Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en Zaragoza en 1933.
Al día siguiente de la sublevación militar del 18 de Julio de 1936,
firma su adhesión a la misma y empieza a colaborar en la consolidación de las
posiciones ganadas por los rebeldes en Zaragoza. El día 21 de ese mes se ofrece
como auxiliar de policía en la Comisaría de Investigación y Vigilancia,
aprovechando los conocimientos aprendidos para las oposiciones de agente a las
que se presentó, la última de ellas convocada en 1936. Un día después comienza
a desempeñar sus funciones en misiones de investigación y represión en la
detención de anarquistas. Debió de realizar satisfactoriamente los trabajos
encomendados, pues el 31 de Octubre de ese año es nombrado Agente Auxiliar
Honorario de la Autoridad y Voluntario en el Cuerpo de Investigación y
Vigilancia. El primer día de 1937, a petición propia, pasó a la recién creada
Jefatura Superior de Policía en Valladolid, es decir, en el órgano policial
supremo de los militares sublevados. A partir de este momento se especializa en
la masonería y el judaísmo asumiendo la dirección de negociados dedicados a ellos.
En 1939 presta servicio en los Archivos de la masonería dependientes de la
Sección de Servicios Especiales de la Delegación del Estado en Salamanca para
la Recuperación de Documentos.
El título de Agente Auxiliar Interino del Cuerpo de Investigación y
Vigilancia, obtenido el 7 de febrero de 1937, y la Ley de 8 de Marzo de 1941
por la que se reorganizan los servicios de Policía[5],
le abren las puertas a la pertenencia a los cuerpos de funcionarios, a los que
no logró acceder antes del comienzo de la guerra civil. Inicia así una carrera
en la que pasará por todos los grados hasta alcanzar el puesto de Comisario de
Primera clase en octubre de 1969 en el que se jubilará cuatro años más tarde.
Sus funciones siempre estuvieron relacionadas con la lucha y persecución del
marxismo, judaísmo, masonería, la gran responsable de todo lo que el franquismo
consideraba negativo, la policía política social, y la elaboración de boletines
de información.
A comienzos de la década de los años 1940 emprende también su prolífica
labor de autor y colaborador de libros y artículos publicados en revistas
generales y especializadas. Algunas son editadas o dirigidas por él, como Policía municipal y Policía española. La
bibliografía de Eduardo Comín Colomer puede ser consultada en el catálogo de la
Biblioteca Nacional de España y en la citada contribución de José Luis
Rodríguez Jiménez. Su obra, salvo las crónicas deportivas, taurinas y de
espectáculos de su juventud y las tres obras teatrales, giran sobre tres
grandes asuntos: justificación de la sublevación del 18 de julio de 1936,
masonería, judaísmo, comunismo y propaganda del franquismo.
A sus actividades como policía y escritor se añade, complementándolas
hasta cierto punto, la docencia. En agosto de 1944, por sugerencia suya,
comienza a dictar una serie de conferencias sobre cuestiones políticas y
sociales en la Escuela General de Policía. Sus contenidos se concretan en un
manual, publicado por la revista Policía
en 1947, con el título Investigación
social (La pesquisa policial en la actividad subversiva contra el Estado).
En 1949 se crea de manera oficial la asignatura Técnica de la Investigación
Político-Social en la mencionada Escuela. Ese mismo año obtiene la plaza de
profesor del Grado profesional mientras mantiene su condición de conferenciante
en el Grado Superior. Es designado director de la Escuela General de Policía en
diciembre de 1968 y del Instituto de Estudios de Policía un año más tarde,
culminando de esta forma su labor docente.
Eduardo Comín Colomer empieza a crear una colección de libros, folletos
y publicaciones periódicas en la década de los años 1940. Estos impresos,
muchos considerados subversivos y otros que trataban de movimientos contrarios
a la democracia, procedían, además de compras en librerías y de donaciones de
autores, de las confiscaciones policiales, de listas de objetos utilizados como
pruebas por los tribunales políticos, y de envíos de obras de autores
antifascistas efectuados por el personal de la embajada de España en Paris.
Según José Luis Rodríguez Jiménez, El
trabajo de despacho de Comín clasificando documentación y realizando informes
sobre todos los temas relacionados con la subversión, no pasó desapercibido
para sus superiores. Y ello le iba a ayudar sobremanera a formar una espléndida
colección de libros. A comienzos de julio de 1941 la Secretaría Técnica de la
Dirección General de Seguridad solicitó su colaboración junto a la
Subsecretaría de Gobernación. Dicha colaboración consistió en seleccionar en
los archivos de la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos
aquellos libros y publicaciones confiscadas durante la guerra civil y la
posguerra en los domicilios de personas exiliadas, detenidas o investigadas por
motivos políticos y de los cuales existían duplicados. Con ellos se iba a
formar una Biblioteca Político-Social.
Eduardo Comín Colomer decidió que se legara su colección[6]
a la Biblioteca Nacional de España a su muerte. Su viuda, D ª Julia Martín,
cumplió con la última voluntad de su marido a los pocos meses de su
fallecimiento, acaecido en 1975, gestionando el legado con el entonces
secretario de aquella institución, D. Roberto Liter Curieses.
La temática de la biblioteca era muy amplia, pues abarcaba asuntos tales
como la masonería y antimasonería, el anarquismo, terrorismo, judaísmo,
protocolo de los Sabios de Sion, sociedades secretas, ocultismo, comunismo,
movimientos obreros, relaciones entre el judaísmo y la masonería (el famoso
contubernio judío – masónico – comunista de Francisco Franco), procesos célebres,
teoría de la conspiración, la Segunda República, la Guerra civil española… Las
materias de las publicaciones y la cobertura cronológica de las mismas venían a
subsanar una importante laguna en el patrimonio bibliográfico español debido al
irregular cumplimiento del Depósito Legal antes de 1958 y a la dificultad de
comprar obras extranjeras sobre dichos asuntos durante el franquismo, máxime si
efectuaban una crítica negativa del mismo.
Cuando llegamos Carmen, Carlos y yo, el legado estaba depositado en las
estanterías y sobre la amplísima mesa de lectura, con pupitres a dos aguas, de
la antigua sala de lectura de la Sección de Cervantes. Recuerdo que me
sobresaltó ver repleta de pilas de libros aquella mesa, en la que había
estudiado y consultado impresos antiguos en mi época de estudiante
universitario.
Nuestro trabajo consistía en estampar en las publicaciones un sello que
indicaba el nombre del legado y en registrarlas. Después las agrupábamos por
grandes categorías, coincidentes, más o menos, con los asuntos enumerados más
arriba. A continuación, tomábamos unos cuantos libros cada uno y redactábamos
un asiento catalográfico en una ficha en blanco y con líneas de las que se
usaban para el Índice general. Cuando teníamos varios asientos, íbamos a los
ficheros rotativos que lo albergaban para comprobar si la publicación estaba ya
en los fondos de la Biblioteca Nacional. Si ya había una ficha, la sacábamos
del cajetín dejando un testigo en su lugar, las fotocopiábamos y restituíamos
las originales en su lugar. Ya en nuestros puestos de trabajo, recortábamos las
fichas copiadas y las insertábamos en la portada del impreso. Si el libro no
constaba en el Índice, incluíamos el asiento original redactado por nosotros
mismos para que algún bibliotecario los corrigiera. Los registros redactados
por Carmen, Carlos o por mí de las obras existentes en la colección de la
Biblioteca, los rompíamos y tirábamos a una papelera, aunque constaran más
datos que en la del Índice. Por último, colocábamos los libros fichados en la
estantería correspondiente a la categoría a la que pertenecía el libro o
folleto,
Así de complejo era el proceso que se nos indicó que hiciéramos. No se
daba signatura provisional a la publicación ni se gestionaba ningún fichero
temporal, aunque fuera el de autor y obras anónimas. Este tratamiento se
interrumpió pues nos encomendaron otro trabajo: organizar la Sala Universitaria
de la que luego hablaré. El legado de Eduardo Comín Colomer aún tardó un tiempo
en ser catalogado, clasificado y puesto a disposición de los usuarios, hasta
1982. Su proceso corrió a cargo del personal de las unidades encargadas del
análisis documental y el almacenamiento de los impresos modernos. En la Memoria de la Biblioteca Nacional
correspondiente a 1979[7],
se exponen los siguientes hechos:
-
Se ha terminado de dar colocación en el Depósito
General, al legado Comín Colomer que se incorporó en el periodo 1976-1978. Sin embargo, más adelante se
especifica que se han dado las signaturas 3/ 103554 a 3/ 106051 a un total de 2.047
libros procedentes de este fondo.
-
La
responsable de la Sección de Publicaciones Periódicas, Revistas y Series, Dª
Pilar Romero Puente, afirma que se están procesando las ingresadas por este
legado.
-
La Jefe
del Servicio de Índices y Catálogos y Grupo de Reproducción de Fichas, Dª María
Teresa Sáenz Prats, informa que, en 1979, se habían confeccionado 8.000 clichés
de los que se habían corregido la mitad.
En la Memoria del año 1980, Dª Isabel Fonseca Ruiz, al exponer los
trabajos extraordinarios llevados a cabo, dice que Se prosigue la labor que viene realizando este Servicio para poner a
disposición del público la Colección Comín Colomer. Se han redactado
encabezamientos de materia y, en su caso, clasificación por la CDU de los
fondos de esta colección. También, y con la ayuda de cinco funcionarios
procedentes del antiguo Ministerio de Información y Turismo, se está
procediendo a la copia de encabezamientos y formación de los distintos
catálogos correspondientes a esta Colección que ha sido ampliada con fondos
análogos, procedentes de la propia Biblioteca Nacional, que también han sido
catalogados, clasificados y se les han asignado encabezamientos de materia. Se han
incorporado también a los catálogos de esta colección Comín Colomer, las fichas
correspondientes a los “folletos de la Guerra” que se conservaban en la Sección
de Manuscritos y que ahora llevan signatura de Varios Especiales.
Más adelante informa y propone lo siguiente: En el momento de cerrarse esta Memoria, falta muy poco para dar fin a
la reproducción de las fichas y la consiguiente copia de encabezamientos en
ellas. A continuación, se ordenarán tanto para incluirlas en el Índice y
Catálogos generales de la Biblioteca, como para formar los específicos de esta
Colección, que van a ser un catálogo topográfico, uno específico de materias
que remite a este topográfico y un catálogo diccionario exclusivo para la
colección.
Sería muy interesante que se
pudiesen agrupar con esta Colección todos los fondos sobre materias análogas,
que figuran ya en los catálogos de la Biblioteca, que son muchos y los que
pudieran venir, formándose una Colección única, que sería fundamental para el
estudio de la Historia política de España durante el periodo 1931-1975.
En 1980, según los datos proporcionados por la Jefa del Servicio de
Depósito General, Dª Mercedes Castro Jarrín, se asignaron a 801 libros, procedentes
del Legado Comín Colomer, las signaturas 3/106051 a 3/106852 y se encuadernaron
7.612 obras. Dª María Teresa Sáenz afirma que se concluyó la copia de clichés para
imprimir las fichas en este mismo año.
El proceso técnico del Legado se prolongaría todavía unos años más. La Memoria de la Biblioteca Nacional de 1981
nos informa de que se asignaron las signaturas topográficas 3/106852 a
3/107136, es decir, a 284 títulos de libros. Ese mismo año se colocaron de
nuevo en el Depósito General 2214 impresos, que se habían encuadernado para
mejorar su conservación. También se distribuyeron las fichas, impresas a partir
de clichés, para formar los distintos catálogos que facilitarían la
recuperación de la información. En la Memoria
correspondiente a 1982 se afirma que se
ha terminado completamente el proceso de los fondos de la donación Comín
Colomer. Conviene precisar que esta aseveración se refiere a los libros y
folletos. Las revistas se incorporaron, pero no se catalogaron, en 1986. El
Gabinete de Publicaciones Seriadas indica en la Memoria de 1988 que se
catalogaron 228 legajos que dieron lugar a 1931 fichas de títulos, que se
ordenaron de forma alfabética. Los legajos se ordenaron cronológicamente. No
parece que se concluyera el proceso técnico de las publicaciones periódicas
procedentes del Legado Comín Colomer, si asumimos una de las propuestas de este
Gabinete formulada en la Memoria de 1988: Continuar
con el Legado Comín y, una vez inventariado todo el material, estudiar la
posibilidad de editar un catálogo y/o inventario del mismo. En las
siguientes memorias anuales no se vuelve a mencionar esta colección.
Las palabras escritas por Dª Isabel Fonseca en la Memoria de 1980
parecían sugerir la formación de una colección de gran interés en un momento en
el que España estaba materializando el cambio del régimen de Franco a una
monarquía parlamentaria, basada en la democracia, y con una nueva estructura
territorial del Estado. La nueva unidad básica de éste eran las comunidades y,
algo más adelante, las ciudades autonómicas. Se empezaba a dejar atrás la
guerra civil y la larga posguerra, lo que no significaba que disminuyeran las
investigaciones realizadas sobre ambos hechos históricos.
Un acontecimiento iba a facilitar la constitución de esa colección: la
incorporación, en 1981, de los fondos del Gabinete de Estudios Contemporáneos[8],
creado por el historiador y ex Ministro de Cultura, D. Ricardo de la Cierva,
del extinto Ministerio de Información y Turismo a la Biblioteca Nacional. La
temática de esta colección era la Guerra Civil, sus antecedentes y
consecuencias. El Gabinete en cuestión se creó mediante la Orden de este departamento de 21 de mayo de 1965. En 1972 se adscribiría a la Dirección General
de Cultura Popular y, finalmente, a la de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas.
Al Legado Comín Colomer y a las publicaciones del Gabinete de Estudios
Contemporáneos, se agregaron las procedentes de Estelrich, los citados folletos
de la Guerra conservados en la Sección de Manuscritos y otros fondos. Con todos
ellos se iba a crear en 1981 la Sección de Historia Contemporánea del
Departamento de Fondos Especiales
El proceso técnico de la colección del mencionado Gabinete estaba muy
avanzado según se expone en la Memoria de 1981 y se concluyó en 1982. En este
año se ponen a disposición de los usuarios, que pueden consultarlos en la
antigua Sala de Lectura de Bellas Artes remodelada y bautizada con el nombre de
Sala “Francisco de Goya”. En ella, además de los dibujos, grabados, fotografía
y mapas, se podían leer los libros y folletos de las Secciones de África,
Hispanoamérica y la de Historia Contemporánea. Las revistas y las fotografías
(se estimaron en unas 120.000) del Gabinete de Estudios Contemporáneos se
remitieron, respectivamente, a las unidades de Publicaciones Periódicas y de
Bellas Artes en 1986, conforme se especifica en la Memoria de este año. Los
catálogos diccionario, materias simplificado y sistemático organizado, conforme
a la Clasificación Decimal Universal (CDU), de la colección se ubicaron en el
patio de acceso a las Secciones Especiales, en el módulo Norte donde se
encuentra en la actualidad el edificio técnico que alberga, entre otras, las
dependencias de encuadernación, restauración, reprografía y el laboratorio
fotográfico. Es de suponer que el catálogo topográfico se encontrara en la zona
de trabajo.
La Sección de Historia Contemporánea empieza a funcionar el 1 de septiembre
de 1981. Al frente de la misma se encontraba D. Jesús Lozano González. En 1983
figura como Jefe de Sección Dª Pilar Hernández Aparicio[9]. Otros
trabajadores de la Sección que figuran en las Memorias consultadas fueron D.
Francisco Martínez Herrera y las becarias hasta el mes de diciembre de 1983, Dª
Enriqueta Hernández Páez de la Cadena y Dª Elisa San Román del Barrio. Además
de estas personas citadas anteriormente, también participaron en el proceso del
fondo Comín Colomer Dª Emilia de la Cámara[10], y Dª
Concepción Lois Cabello[11] y
otros funcionarios y contratados laborales de las unidades encargadas del
proceso técnico, gestión del depósito y de los catálogos.
A partir de las Memorias de la Biblioteca Nacional de España, se puede
estimar que la colección de la Sección de Historia Contemporánea contaba en
1982 con unos 19.064 libros, 10.363 folletos (es decir, 29.427 monografías o
publicaciones unitarias) 131 títulos de revistas y unas 120.000 fotografías[12].
Conviene recordar lo ya dicho: las publicaciones periódicas se transfirieron a
la unidad encargada de este tipo de materiales bibliográficos y las fotografías
a Bellas Artes.
Al menos durante los años 1983, 1984 y 1985 se adquirieron,
respectivamente, 598, 413 y 198 monografías, es decir, un total de 1.209 libros
que aumentaron la colección fundacional.
De las mismas fuentes podemos deducir los servicios bibliotecarios que
se prestaron: lectura en sala, consultas bibliográficas y reproducciones
(fotocopias y microfilmes). Las lecturas en sala fueron 875 en 1983, 1395 en
1984 y 1.650 en 1985. En 1984 se atendieron 114 peticiones de fotocopias y
microfilmación y 170 en 1984. En los años no indicados no se especifican cifras
algunas. En el último cuatrimestre de 1981 se prosiguió atendiendo la petición de folletos solicitada por la
Universidad Autónoma de Barcelona.
Una de las críticas formulada por los historiadores que fueron usuarios
de esta Sección, fue que las revistas de ambas procedencias se pasaron al
Servicio de Publicaciones Periódicas, por lo que no se podían examinar sus
contenidos, que tampoco se vaciaron o analizaron.
Las publicaciones de la Sección de Historia Contemporánea se integraron
en el Depósito General de la Biblioteca Nacional a finales de la década de los
años 1980, cuando las obras de la última reforma del edificio del Paseo de
Recoletos, concluida en 2001, obligaron a desalojar todas las dependencias
ubicadas en el núcleo norte donde se encontraban las llamadas Secciones
Especiales y los Servicios de Manuscritos, Incunables y Raros, de Bellas Artes,
de Cartografía y de Partituras y Música.
[1] Hipólito Escolar Sobrino dirigió la Biblioteca
Nacional desde 29 de octubre de 1975 hasta 1984
[2]
Asistí a la
Escuela de Documentalistas durante los cursos académicos 1974-1975, 1975-1976 y
1976-1977. Durante este último sólo iba a la signatura de Clasificación
impartidas por Dª Isabel Fonseca Ruiz pues me suspendió el año anterior. Sus
clases producían cierto miedo por su presencia física, su carácter y porque
sacaba a los alumnos a la pizarra. Este tenía que transcribir en la
Clasificación Decimal Universal (CDU) el asunto que le exponía Doña Isabel.
Visto desde el presente, tenía cierta gracia ver durante sus clases a todos los
alumnos de más de veinte años con la cabeza agachada, ocultándose para que no
le sacara al estrado. Yo presencié cómo una alumna se desplomó, mirando la
negra pizarra, por la lipotimia provocada por el miedo. Yo opté por no asistir
a sus clases y, lógicamente, me suspendió: tuve que repetir para poder obtener
el Diploma de la Escuela de Documentalistas. Años después, traté a Dª Isabel
Fonseca con cierta asiduidad. Descubrí que era una mujer muy inteligente,
generosa, con un enorme corazón y con mucha ternura.
[3] Mi abuelo, Justo García Soriano, perteneció a
la masonería sólo un año. El cervantista Luis Astrana Marín le convenció para
su afiliación a la logia Isidoro Márquez, ubicada en un antiguo palacete de la
calle del Prado, que muchos años después adquirió la Fundación Mapfre. Ésta,
cedió el local a ANABAD para impartir cursos de biblioteconomía y documentación
en la sala de iniciación a la masonería.
[4] Sobre Eduardo Comín Colomer y el legado de su biblioteca se puede
consultar la siguiente bibliografía:
Sarriá Rueda,
Amalia. «Adquisiciones notables de la Biblioteca Nacional (Impresos)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos,
80 (1977), 4, p. 905-909
Ferrer Benimeli,
José Antonio: “Fondo masónico Comín Colomer de la Biblioteca Nacional”, en La masonería en la historia de España.
Actas del I Symposium de Metodología aplicada a la Historia de la masonería
española, Zaragoza, Departamento de Cultura y Educación, 1985, pp. 379-383.
Carrión Gútiez,
Manuel La Biblioteca Nacional.
Madrid, Biblioteca Nacional, 1996. p. 134
Rodríguez
Jiménez, José Luis: “Funcionarios de la policía franquista al servicio de la
teoría de la conspiración: el caso de Comín Colomer”, en La masonería española
en el 2000: una revisión histórica (IX Symposium Internacional de Historia de
la Masonería Española, Segovia, octubre-2000), Zaragoza, Departamento de
Cultura y Turismo, 2001, t. II, pp. 921-935.
Lois Cabello,
Concepción Colección Comín Colección: Cita en la BNE 2006 / Concha Cabello Lois y
Juan Pablo Fusi Aizpurúa.
[5]
Ley de 8 de marzo de 1941 por la que se reorganizan los
servicios de Policía.
– En: Boletín Oficial del Estado de 8 de abril de 1941, nº 98, p. 2340-2342
[6] Estaba formada por libros, folletos y revistas, en una cifra que oscilaba entre 10.000 y
20.000 títulos.
[7]
Las Memorias de la
Biblioteca Nacional citadas en este texto se pueden consultar y descargar de la
Hemeroteca Digital
de la Biblioteca Nacional de España.
[8] Por Orden de Ministerio
de Información y Turismo de 23 de Diciembre de 1975 pasa a denominarse Gabinete
de Documentación y Estudios Contemporáneos con rango orgánico de Sección
adscrita directamente a la Subdirección General de Acción Cultural. En: BOE,
núm. 311, de 27 de diciembre de 1975, p. 26798
[9] Pilar Hernández Aparicio fue, además, Jefe de
la Sección de Hispanoamérica y de la de Manuscrito, donde se jubiló. También
fue secretaria del Patronato de la Biblioteca Nacional
[10] Dª Emilia de la Cámara
fue una de las funcionarias que mejor conocía la historia y vericuetos del
Índice General, de cuya Sección fue responsable hasta su jubilación. También
colaboró muy activamente en la confección y mantenimiento del Catálogo
Colectivo de los impresos de los siglos XVI – XVIII hasta su informatización.
[11] Dª Concepción Lois
Cabello, además de trabajar en el Servicio de Catalogación, fue Jefe de la
Sección de Bibliografía, Jefe del Servicio de Información Bibliográfica y
Directora del Departamento de Referencia de la Biblioteca Nacional.
[12] El
cuadro siguiente muestra, la distribución de las procedencias:
Procedencia
|
Tipo de
material
|
Total
|
|||
Libros
|
Folletos
|
Revistas
|
Fotografías
|
||
Legado Comín Colomer
|
10.490
|
6.209
|
131
|
16.830
|
|
Gabinete de Estudios Contemporáneos
|
8.000
|
4.000
|
120.000
|
132.000
|
|
Colección Estelrich
|
292
|
154
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446
|
||
Otras
|
282
|
282
|
|||
Total
|
19.064
|
10.363
|
131
|
120.000
|
149.558
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Muy interesantes, con muchísimos datos.
ResponderEliminarInteresantísimo. Resulta ameno y riguroso. Quedo a la espera de un nuevo capítulo.
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