MEMORIAS DE UN BIBLIOTECARIO DE LA TRANSICIÓN POLÍTICA Y TECNOLÓGICA

3. MI PRIMERA ETAPA EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA. LA ORGANIZACIÓN DEL LEGADO COMÍN COLOMER
por Luis Ángel García Melero




La Biblioteca Nacional de España ha estado y está presente en mi vida desde mi nacimiento. Por lo tanto, es mucho más que una institución en la que hemos trabajado mi abuelo, mi padre, algunos tíos paternos (Alfonso García Morales, Luis y Ernesto García Camarero), mis hermanos Justo y Eloísa, mi mujer y mi cuñada Pilar Fernández Roca, mi primo hermano Rodrigo García Pérez y yo. El imaginario de mi vida estaría incompleto sin la fachada y las dependencias de la Biblioteca Nacional de España. Ya se lo decía mi madre a mi padre:

-       Te has casado con la Biblioteca Nacional.

Cuando fue Jefe del Servicio Nacional de Información Bibliográfica, se pasaba en ella doce y más horas. Mi madre nos llevaba, a mi hermana Eloísa y a mí, a esperar a que saliera de trabajar a los jardines de la Biblioteca o al Paseo de Recoletos, en el que nos sentábamos en unas sillas de hierro que entonces había. Allí bebíamos agua muy fresca de un botijo de barro que ofrecía una aguadora. Recuerdo a una señora mayor, bajita, con un cabello blanco azulado, que se ha quedado grabado en mi memoria, llamada María. Hablaba con mi madre y con nosotros. Bebíamos del botijo y cobraba unos céntimos a mi madre por cada trago.

Desde las altas ventanas de la cuarta planta donde estuvo el Archivo Histórico Nacional, luego el Servicio Nacional del Tesoro Documental y Bibliográfico y ahora la Sala de Prensa y Publicaciones Periódicas, los hijos de Luis Sánchez Belda, D. José Ibáñez Cerdá, Francisco Esteve Barba y de D. Justo García Morales veíamos el desfile del día de la Victoria. Por su espacio corríamos cuando terminaba o nos aburríamos de contemplar tanto soldado.

Mis hermanos Justo, José Enrique y Eloísa participaron como paje y enanitos de Blanca Nieves, respectivamente, en el desfile de personajes literarios que Francisco Esteve Barba y mi padre organizaron un año para celebrar el día del libro. Mi hermana se retiraba la barba postiza de enanito y decía a todo el mundo: “Soy la Elo” para que supieran quién era. Yo iba en brazos de una bibliotecaria, Elvira Navarro, que, paradojas de la vida laboral, terminó siendo subordinada mía cuando desempeñé el puesto de director del Departamento de Adquisiciones. Aquel desfile concluyó con una multa a la bellísima bibliotecaria Dª María Montáñez, porque se le ajustaban demasiado los leggins verdes que llevaba como correspondía al personaje del que se había disfrazado: D. Gil de las Calzas Verdes.

Eran otros tiempos, en los que los bibliotecarios creían que los problemas de las bibliotecas españolas se resolverían metiendo a Franco en un bibliobús.

-       ¡Qué ingenuos éramos! – decía mi padre cuando nos narraba sus vivencias.

Muchos bibliotecarios de mi infancia eran personas muy cultas, académicos, incluso, todos se trataban de usted, no había tantos niveles retributivos, muchos sobrevivían en medio de un régimen político ajeno a sus ideologías y convivían con otros que habían accedido por ser ex alférez provisional o huérfano de padre caído por Dios y por España durante la guerra civil …

Eran otros tiempos con menos presupuesto y medios técnicos, con una edición nacional muy por debajo de la actual, pero con apenas personal, con muchísimos lectores porque la Biblioteca Nacional tenía que hacer las funciones de las bibliotecas patrimoniales, universitarias, públicas y hasta escolares, pues de hecho no había un sistema bibliotecario en España…

Eran otros tiempos, en los que los hijos de los bibliotecarios aprendíamos la profesión en casa, porque no había una formación reglada salvo la Escuela de Documentalistas en Madrid, la Escuela de Bibliotecarias en Barcelona y la Universidad de Navarra.

Aquella institución, de la que mi padre seguía hablando en casa, y para la que trabajamos Eloísa, con nueve o diez años, y yo, con siete u ocho, confeccionando el índice de títulos de Bibliografía Española, correspondientes a los libros de la notación de la Clasificación Decimal Universal (CDU) 087.5, Literatura infantil y juvenil. El motivo de esta “explotación infantil” es que el repertorio tenía que publicarse ya. Aquella institución, repito, forma parte de mi ADN, de mi cosmovisión, de mi imaginario vital y sabía que estaba predestinado a trabajar en ella.



En el mes de febrero de 1976 fui contratado asimilado al Cuerpo Facultativo de Archivos y Bibliotecas y destinado a la Biblioteca Nacional. Sin duda, la consecución de este contrato se debió, en parte, a la amistad de mi padre, Justo García Morales, con el director de este organismo nombrado en 1975, D. Hipólito Escolar Sobrino[1]. Otro hecho que influyó[2] fue que me encontraba cursando el segundo año de la Escuela de Documentalistas, cuyas clases se impartían en el edificio de la Biblioteca Nacional. La Escuela ocupaba un espacio existente en la primera planta de la escalera principal, aproximadamente donde en la actualidad se encuentra parte de la Gerencia. Disponía de tres aulas, una biblioteca, una sala de lectura y otra en la que se reunían los profesores, además de una oficina atendida por Antonia Sarriá y su marido Santos. Era heredera de la Escuela de Bibliotecarios, creada en parte por mi padre y el también bibliotecario Francisco Esteve Barba en la década de los años 1950, y pasó a denominarse Centro de Estudios Bibliográficos y Documentarios algunos años más tarde.

Cuando llegué a la Biblioteca Nacional a tomar posesión de mi contrato asimilado al Cuerpo Facultativo de Bibliotecarios, que se renovaba anualmente, me encontré con otros dos compañeros, que estábamos destinados a formar un equipo encargado de ir materializando algunas de las nuevas ideas que traía D. Hipólito Escolar. Estos compañeros y amigos desde entonces, eran Carmen Alba López y Carlos Ibáñez Montoya. Ellos obtuvieron plaza de funcionarios facultativos de bibliotecas mucho antes que yo por los motivos que expondré en su momento. Carlos era hijo de D. José Ibáñez Cerdá, archivero y bibliotecario que ocupó los puestos de Jefe de la Sección de Mapas y Secretario de la Biblioteca Nacional antes de ejercer hasta su jubilación como director de las bibliotecas del Consejo de Estado y del Instituto de Cultura Hispánica, actual AECID.

El primer trabajo que nos encargaron, fue la organización del legado de la colección de Eduardo Comín Colomer, recién ingresada en la Biblioteca Nacional. El bibliotecario que nos dio las instrucciones pertinentes y revisó nuestro trabajo, fue D. Roberto Liter Curieses, secretario del centro. Cuando me enteré de quién fue el autor de esa donación, me sonreí: nunca hubiera podido sospechar que uno de las personas encargadas del tratamiento técnico de su biblioteca particular, iba a ser el nieto de un masón[3] represaliado en la posguerra de la sublevación militar del 18 de julio de 1936.

7.1.- El legado de Eduardo Comín Colomer [4]

El comisario de policía, director General de la Academia de Policía, periodista, titulado en 1949 en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, y escritor, incluso de tres obras de teatro, D. Serafín Eduardo Comín Colomer nació en Zaragoza en 1909 y falleció en 1975. A los diez y ocho años, en 1926 exactamente, empieza su actividad como periodista escribiendo textos sobre espectáculos, deportes y toros, algunos firmados con los seudónimos de Don Eco y Eduardito, en los diarios El Noticiero, publicado por la Editorial Católica, Heraldo Riojano de Zaragoza, La Afición, El chiquero, Noticiario y La Voz de Aragón. En 1931 simultanea esta actividad con la de agente comercial acompañando a su padre. Al tiempo que prepara las oposiciones a Agente de 3ª del Cuerpo de Investigación y Vigilancia de la Policía, que no logró superar, se empieza a mover en los círculos de la derecha católica antirepublicana colaborando en la puesta en marcha de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en Zaragoza en 1933.

Al día siguiente de la sublevación militar del 18 de Julio de 1936, firma su adhesión a la misma y empieza a colaborar en la consolidación de las posiciones ganadas por los rebeldes en Zaragoza. El día 21 de ese mes se ofrece como auxiliar de policía en la Comisaría de Investigación y Vigilancia, aprovechando los conocimientos aprendidos para las oposiciones de agente a las que se presentó, la última de ellas convocada en 1936. Un día después comienza a desempeñar sus funciones en misiones de investigación y represión en la detención de anarquistas. Debió de realizar satisfactoriamente los trabajos encomendados, pues el 31 de Octubre de ese año es nombrado Agente Auxiliar Honorario de la Autoridad y Voluntario en el Cuerpo de Investigación y Vigilancia. El primer día de 1937, a petición propia, pasó a la recién creada Jefatura Superior de Policía en Valladolid, es decir, en el órgano policial supremo de los militares sublevados. A partir de este momento se especializa en la masonería y el judaísmo asumiendo la dirección de negociados dedicados a ellos. En 1939 presta servicio en los Archivos de la masonería dependientes de la Sección de Servicios Especiales de la Delegación del Estado en Salamanca para la Recuperación de Documentos.

El título de Agente Auxiliar Interino del Cuerpo de Investigación y Vigilancia, obtenido el 7 de febrero de 1937, y la Ley de 8 de Marzo de 1941 por la que se reorganizan los servicios de Policía[5], le abren las puertas a la pertenencia a los cuerpos de funcionarios, a los que no logró acceder antes del comienzo de la guerra civil. Inicia así una carrera en la que pasará por todos los grados hasta alcanzar el puesto de Comisario de Primera clase en octubre de 1969 en el que se jubilará cuatro años más tarde. Sus funciones siempre estuvieron relacionadas con la lucha y persecución del marxismo, judaísmo, masonería, la gran responsable de todo lo que el franquismo consideraba negativo, la policía política social, y la elaboración de boletines de información.

A comienzos de la década de los años 1940 emprende también su prolífica labor de autor y colaborador de libros y artículos publicados en revistas generales y especializadas. Algunas son editadas o dirigidas por él, como Policía municipal y Policía española. La bibliografía de Eduardo Comín Colomer puede ser consultada en el catálogo de la Biblioteca Nacional de España y en la citada contribución de José Luis Rodríguez Jiménez. Su obra, salvo las crónicas deportivas, taurinas y de espectáculos de su juventud y las tres obras teatrales, giran sobre tres grandes asuntos: justificación de la sublevación del 18 de julio de 1936, masonería, judaísmo, comunismo y propaganda del franquismo.

A sus actividades como policía y escritor se añade, complementándolas hasta cierto punto, la docencia. En agosto de 1944, por sugerencia suya, comienza a dictar una serie de conferencias sobre cuestiones políticas y sociales en la Escuela General de Policía. Sus contenidos se concretan en un manual, publicado por la revista Policía en 1947, con el título Investigación social (La pesquisa policial en la actividad subversiva contra el Estado). En 1949 se crea de manera oficial la asignatura Técnica de la Investigación Político-Social en la mencionada Escuela. Ese mismo año obtiene la plaza de profesor del Grado profesional mientras mantiene su condición de conferenciante en el Grado Superior. Es designado director de la Escuela General de Policía en diciembre de 1968 y del Instituto de Estudios de Policía un año más tarde, culminando de esta forma su labor docente.

Eduardo Comín Colomer empieza a crear una colección de libros, folletos y publicaciones periódicas en la década de los años 1940. Estos impresos, muchos considerados subversivos y otros que trataban de movimientos contrarios a la democracia, procedían, además de compras en librerías y de donaciones de autores, de las confiscaciones policiales, de listas de objetos utilizados como pruebas por los tribunales políticos, y de envíos de obras de autores antifascistas efectuados por el personal de la embajada de España en Paris. Según José Luis Rodríguez Jiménez, El trabajo de despacho de Comín clasificando documentación y realizando informes sobre todos los temas relacionados con la subversión, no pasó desapercibido para sus superiores. Y ello le iba a ayudar sobremanera a formar una espléndida colección de libros. A comienzos de julio de 1941 la Secretaría Técnica de la Dirección General de Seguridad solicitó su colaboración junto a la Subsecretaría de Gobernación. Dicha colaboración consistió en seleccionar en los archivos de la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos aquellos libros y publicaciones confiscadas durante la guerra civil y la posguerra en los domicilios de personas exiliadas, detenidas o investigadas por motivos políticos y de los cuales existían duplicados. Con ellos se iba a formar una Biblioteca Político-Social.

Eduardo Comín Colomer decidió que se legara su colección[6] a la Biblioteca Nacional de España a su muerte. Su viuda, D ª Julia Martín, cumplió con la última voluntad de su marido a los pocos meses de su fallecimiento, acaecido en 1975, gestionando el legado con el entonces secretario de aquella institución, D. Roberto Liter Curieses.

La temática de la biblioteca era muy amplia, pues abarcaba asuntos tales como la masonería y antimasonería, el anarquismo, terrorismo, judaísmo, protocolo de los Sabios de Sion, sociedades secretas, ocultismo, comunismo, movimientos obreros, relaciones entre el judaísmo y la masonería (el famoso contubernio judío – masónico – comunista de Francisco Franco), procesos célebres, teoría de la conspiración, la Segunda República, la Guerra civil española… Las materias de las publicaciones y la cobertura cronológica de las mismas venían a subsanar una importante laguna en el patrimonio bibliográfico español debido al irregular cumplimiento del Depósito Legal antes de 1958 y a la dificultad de comprar obras extranjeras sobre dichos asuntos durante el franquismo, máxime si efectuaban una crítica negativa del mismo.

Cuando llegamos Carmen, Carlos y yo, el legado estaba depositado en las estanterías y sobre la amplísima mesa de lectura, con pupitres a dos aguas, de la antigua sala de lectura de la Sección de Cervantes. Recuerdo que me sobresaltó ver repleta de pilas de libros aquella mesa, en la que había estudiado y consultado impresos antiguos en mi época de estudiante universitario.

Nuestro trabajo consistía en estampar en las publicaciones un sello que indicaba el nombre del legado y en registrarlas. Después las agrupábamos por grandes categorías, coincidentes, más o menos, con los asuntos enumerados más arriba. A continuación, tomábamos unos cuantos libros cada uno y redactábamos un asiento catalográfico en una ficha en blanco y con líneas de las que se usaban para el Índice general. Cuando teníamos varios asientos, íbamos a los ficheros rotativos que lo albergaban para comprobar si la publicación estaba ya en los fondos de la Biblioteca Nacional. Si ya había una ficha, la sacábamos del cajetín dejando un testigo en su lugar, las fotocopiábamos y restituíamos las originales en su lugar. Ya en nuestros puestos de trabajo, recortábamos las fichas copiadas y las insertábamos en la portada del impreso. Si el libro no constaba en el Índice, incluíamos el asiento original redactado por nosotros mismos para que algún bibliotecario los corrigiera. Los registros redactados por Carmen, Carlos o por mí de las obras existentes en la colección de la Biblioteca, los rompíamos y tirábamos a una papelera, aunque constaran más datos que en la del Índice. Por último, colocábamos los libros fichados en la estantería correspondiente a la categoría a la que pertenecía el libro o folleto,

Así de complejo era el proceso que se nos indicó que hiciéramos. No se daba signatura provisional a la publicación ni se gestionaba ningún fichero temporal, aunque fuera el de autor y obras anónimas. Este tratamiento se interrumpió pues nos encomendaron otro trabajo: organizar la Sala Universitaria de la que luego hablaré. El legado de Eduardo Comín Colomer aún tardó un tiempo en ser catalogado, clasificado y puesto a disposición de los usuarios, hasta 1982. Su proceso corrió a cargo del personal de las unidades encargadas del análisis documental y el almacenamiento de los impresos modernos. En la Memoria de la Biblioteca Nacional correspondiente a 1979[7], se exponen los siguientes hechos:

-       Se ha terminado de dar colocación en el Depósito General, al legado Comín Colomer que se incorporó en el periodo 1976-1978. Sin embargo, más adelante se especifica que se han dado las signaturas 3/ 103554 a 3/ 106051 a un total de 2.047 libros procedentes de este fondo.
-       La responsable de la Sección de Publicaciones Periódicas, Revistas y Series, Dª Pilar Romero Puente, afirma que se están procesando las ingresadas por este legado.
-       La Jefe del Servicio de Índices y Catálogos y Grupo de Reproducción de Fichas, Dª María Teresa Sáenz Prats, informa que, en 1979, se habían confeccionado 8.000 clichés de los que se habían corregido la mitad.

En la Memoria del año 1980, Dª Isabel Fonseca Ruiz, al exponer los trabajos extraordinarios llevados a cabo, dice que Se prosigue la labor que viene realizando este Servicio para poner a disposición del público la Colección Comín Colomer. Se han redactado encabezamientos de materia y, en su caso, clasificación por la CDU de los fondos de esta colección. También, y con la ayuda de cinco funcionarios procedentes del antiguo Ministerio de Información y Turismo, se está procediendo a la copia de encabezamientos y formación de los distintos catálogos correspondientes a esta Colección que ha sido ampliada con fondos análogos, procedentes de la propia Biblioteca Nacional, que también han sido catalogados, clasificados y se les han asignado encabezamientos de materia. Se han incorporado también a los catálogos de esta colección Comín Colomer, las fichas correspondientes a los “folletos de la Guerra” que se conservaban en la Sección de Manuscritos y que ahora llevan signatura de Varios Especiales.

Más adelante informa y propone lo siguiente: En el momento de cerrarse esta Memoria, falta muy poco para dar fin a la reproducción de las fichas y la consiguiente copia de encabezamientos en ellas. A continuación, se ordenarán tanto para incluirlas en el Índice y Catálogos generales de la Biblioteca, como para formar los específicos de esta Colección, que van a ser un catálogo topográfico, uno específico de materias que remite a este topográfico y un catálogo diccionario exclusivo para la colección.

Sería muy interesante que se pudiesen agrupar con esta Colección todos los fondos sobre materias análogas, que figuran ya en los catálogos de la Biblioteca, que son muchos y los que pudieran venir, formándose una Colección única, que sería fundamental para el estudio de la Historia política de España durante el periodo 1931-1975.

En 1980, según los datos proporcionados por la Jefa del Servicio de Depósito General, Dª Mercedes Castro Jarrín, se asignaron a 801 libros, procedentes del Legado Comín Colomer, las signaturas 3/106051 a 3/106852 y se encuadernaron 7.612 obras. Dª María Teresa Sáenz afirma que se concluyó la copia de clichés para imprimir las fichas en este mismo año.

El proceso técnico del Legado se prolongaría todavía unos años más. La Memoria de la Biblioteca Nacional de 1981 nos informa de que se asignaron las signaturas topográficas 3/106852 a 3/107136, es decir, a 284 títulos de libros. Ese mismo año se colocaron de nuevo en el Depósito General 2214 impresos, que se habían encuadernado para mejorar su conservación. También se distribuyeron las fichas, impresas a partir de clichés, para formar los distintos catálogos que facilitarían la recuperación de la información. En la Memoria correspondiente a 1982 se afirma que se ha terminado completamente el proceso de los fondos de la donación Comín Colomer. Conviene precisar que esta aseveración se refiere a los libros y folletos. Las revistas se incorporaron, pero no se catalogaron, en 1986. El Gabinete de Publicaciones Seriadas indica en la Memoria de 1988 que se catalogaron 228 legajos que dieron lugar a 1931 fichas de títulos, que se ordenaron de forma alfabética. Los legajos se ordenaron cronológicamente. No parece que se concluyera el proceso técnico de las publicaciones periódicas procedentes del Legado Comín Colomer, si asumimos una de las propuestas de este Gabinete formulada en la Memoria de 1988: Continuar con el Legado Comín y, una vez inventariado todo el material, estudiar la posibilidad de editar un catálogo y/o inventario del mismo. En las siguientes memorias anuales no se vuelve a mencionar esta colección.

Las palabras escritas por Dª Isabel Fonseca en la Memoria de 1980 parecían sugerir la formación de una colección de gran interés en un momento en el que España estaba materializando el cambio del régimen de Franco a una monarquía parlamentaria, basada en la democracia, y con una nueva estructura territorial del Estado. La nueva unidad básica de éste eran las comunidades y, algo más adelante, las ciudades autonómicas. Se empezaba a dejar atrás la guerra civil y la larga posguerra, lo que no significaba que disminuyeran las investigaciones realizadas sobre ambos hechos históricos.

Un acontecimiento iba a facilitar la constitución de esa colección: la incorporación, en 1981, de los fondos del Gabinete de Estudios Contemporáneos[8], creado por el historiador y ex Ministro de Cultura, D. Ricardo de la Cierva, del extinto Ministerio de Información y Turismo a la Biblioteca Nacional. La temática de esta colección era la Guerra Civil, sus antecedentes y consecuencias. El Gabinete en cuestión se creó mediante la Orden de este departamento de 21 de mayo de 1965. En 1972 se adscribiría a la Dirección General de Cultura Popular y, finalmente, a la de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas. Al Legado Comín Colomer y a las publicaciones del Gabinete de Estudios Contemporáneos, se agregaron las procedentes de Estelrich, los citados folletos de la Guerra conservados en la Sección de Manuscritos y otros fondos. Con todos ellos se iba a crear en 1981 la Sección de Historia Contemporánea del Departamento de Fondos Especiales

El proceso técnico de la colección del mencionado Gabinete estaba muy avanzado según se expone en la Memoria de 1981 y se concluyó en 1982. En este año se ponen a disposición de los usuarios, que pueden consultarlos en la antigua Sala de Lectura de Bellas Artes remodelada y bautizada con el nombre de Sala “Francisco de Goya”. En ella, además de los dibujos, grabados, fotografía y mapas, se podían leer los libros y folletos de las Secciones de África, Hispanoamérica y la de Historia Contemporánea. Las revistas y las fotografías (se estimaron en unas 120.000) del Gabinete de Estudios Contemporáneos se remitieron, respectivamente, a las unidades de Publicaciones Periódicas y de Bellas Artes en 1986, conforme se especifica en la Memoria de este año. Los catálogos diccionario, materias simplificado y sistemático organizado, conforme a la Clasificación Decimal Universal (CDU), de la colección se ubicaron en el patio de acceso a las Secciones Especiales, en el módulo Norte donde se encuentra en la actualidad el edificio técnico que alberga, entre otras, las dependencias de encuadernación, restauración, reprografía y el laboratorio fotográfico. Es de suponer que el catálogo topográfico se encontrara en la zona de trabajo.

La Sección de Historia Contemporánea empieza a funcionar el 1 de septiembre de 1981. Al frente de la misma se encontraba D. Jesús Lozano González. En 1983 figura como Jefe de Sección Dª Pilar Hernández Aparicio[9]. Otros trabajadores de la Sección que figuran en las Memorias consultadas fueron D. Francisco Martínez Herrera y las becarias hasta el mes de diciembre de 1983, Dª Enriqueta Hernández Páez de la Cadena y Dª Elisa San Román del Barrio. Además de estas personas citadas anteriormente, también participaron en el proceso del fondo Comín Colomer Dª Emilia de la Cámara[10], y Dª Concepción Lois Cabello[11] y otros funcionarios y contratados laborales de las unidades encargadas del proceso técnico, gestión del depósito y de los catálogos.

A partir de las Memorias de la Biblioteca Nacional de España, se puede estimar que la colección de la Sección de Historia Contemporánea contaba en 1982 con unos 19.064 libros, 10.363 folletos (es decir, 29.427 monografías o publicaciones unitarias) 131 títulos de revistas y unas 120.000 fotografías[12]. Conviene recordar lo ya dicho: las publicaciones periódicas se transfirieron a la unidad encargada de este tipo de materiales bibliográficos y las fotografías a Bellas Artes.

Al menos durante los años 1983, 1984 y 1985 se adquirieron, respectivamente, 598, 413 y 198 monografías, es decir, un total de 1.209 libros que aumentaron la colección fundacional.

De las mismas fuentes podemos deducir los servicios bibliotecarios que se prestaron: lectura en sala, consultas bibliográficas y reproducciones (fotocopias y microfilmes). Las lecturas en sala fueron 875 en 1983, 1395 en 1984 y 1.650 en 1985. En 1984 se atendieron 114 peticiones de fotocopias y microfilmación y 170 en 1984. En los años no indicados no se especifican cifras algunas. En el último cuatrimestre de 1981 se prosiguió atendiendo la petición de folletos solicitada por la Universidad Autónoma de Barcelona.

Una de las críticas formulada por los historiadores que fueron usuarios de esta Sección, fue que las revistas de ambas procedencias se pasaron al Servicio de Publicaciones Periódicas, por lo que no se podían examinar sus contenidos, que tampoco se vaciaron o analizaron.

Las publicaciones de la Sección de Historia Contemporánea se integraron en el Depósito General de la Biblioteca Nacional a finales de la década de los años 1980, cuando las obras de la última reforma del edificio del Paseo de Recoletos, concluida en 2001, obligaron a desalojar todas las dependencias ubicadas en el núcleo norte donde se encontraban las llamadas Secciones Especiales y los Servicios de Manuscritos, Incunables y Raros, de Bellas Artes, de Cartografía y de Partituras y Música.







[1] Hipólito Escolar Sobrino dirigió la Biblioteca Nacional desde 29 de octubre de 1975 hasta 1984
[2] Asistí a la Escuela de Documentalistas durante los cursos académicos 1974-1975, 1975-1976 y 1976-1977. Durante este último sólo iba a la signatura de Clasificación impartidas por Dª Isabel Fonseca Ruiz pues me suspendió el año anterior. Sus clases producían cierto miedo por su presencia física, su carácter y porque sacaba a los alumnos a la pizarra. Este tenía que transcribir en la Clasificación Decimal Universal (CDU) el asunto que le exponía Doña Isabel. Visto desde el presente, tenía cierta gracia ver durante sus clases a todos los alumnos de más de veinte años con la cabeza agachada, ocultándose para que no le sacara al estrado. Yo presencié cómo una alumna se desplomó, mirando la negra pizarra, por la lipotimia provocada por el miedo. Yo opté por no asistir a sus clases y, lógicamente, me suspendió: tuve que repetir para poder obtener el Diploma de la Escuela de Documentalistas. Años después, traté a Dª Isabel Fonseca con cierta asiduidad. Descubrí que era una mujer muy inteligente, generosa, con un enorme corazón y con mucha ternura. 
[3]  Mi abuelo, Justo García Soriano, perteneció a la masonería sólo un año. El cervantista Luis Astrana Marín le convenció para su afiliación a la logia Isidoro Márquez, ubicada en un antiguo palacete de la calle del Prado, que muchos años después adquirió la Fundación Mapfre. Ésta, cedió el local a ANABAD para impartir cursos de biblioteconomía y documentación en la sala de iniciación a la masonería.
[4] Sobre Eduardo Comín Colomer y el legado de su biblioteca se puede consultar la siguiente bibliografía:
Sarriá Rueda, Amalia. «Adquisiciones notables de la Biblioteca Nacional (Impresos)», Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 80 (1977), 4, p. 905-909
Ferrer Benimeli, José Antonio: “Fondo masónico Comín Colomer de la Biblioteca Nacional”, en La masonería en la historia de España. Actas del I Symposium de Metodología aplicada a la Historia de la masonería española, Zaragoza, Departamento de Cultura y Educación, 1985, pp. 379-383.
Carrión Gútiez, Manuel La Biblioteca Nacional. Madrid, Biblioteca Nacional, 1996. p. 134
Rodríguez Jiménez, José Luis: “Funcionarios de la policía franquista al servicio de la teoría de la conspiración: el caso de Comín Colomer”, en La masonería española en el 2000: una revisión histórica (IX Symposium Internacional de Historia de la Masonería Española, Segovia, octubre-2000), Zaragoza, Departamento de Cultura y Turismo, 2001, t. II, pp. 921-935.
Lois Cabello, Concepción Colección Comín Colección: Cita en la BNE 2006 / Concha Cabello Lois y Juan Pablo Fusi Aizpurúa.
[5] Ley de 8 de marzo de 1941 por la que se reorganizan los servicios de Policía. – En: Boletín Oficial del Estado de 8 de abril de 1941, nº 98, p. 2340-2342
[6] Estaba formada por libros, folletos y revistas, en una cifra que oscilaba entre 10.000 y 20.000 títulos.
[7] Las Memorias de la Biblioteca Nacional citadas en este texto se pueden consultar y descargar de la Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional de España.
[8] Por Orden de Ministerio de Información y Turismo de 23 de Diciembre de 1975 pasa a denominarse Gabinete de Documentación y Estudios Contemporáneos con rango orgánico de Sección adscrita directamente a la Subdirección General de Acción Cultural. En: BOE, núm. 311, de 27 de diciembre de 1975, p. 26798
[9] Pilar Hernández Aparicio fue, además, Jefe de la Sección de Hispanoamérica y de la de Manuscrito, donde se jubiló. También fue secretaria del Patronato de la Biblioteca Nacional
[10] Dª Emilia de la Cámara fue una de las funcionarias que mejor conocía la historia y vericuetos del Índice General, de cuya Sección fue responsable hasta su jubilación. También colaboró muy activamente en la confección y mantenimiento del Catálogo Colectivo de los impresos de los siglos XVI – XVIII hasta su informatización.
[11] Dª Concepción Lois Cabello, además de trabajar en el Servicio de Catalogación, fue Jefe de la Sección de Bibliografía, Jefe del Servicio de Información Bibliográfica y Directora del Departamento de Referencia de la Biblioteca Nacional.
[12]  El cuadro siguiente muestra, la distribución de las procedencias:
Procedencia
Tipo de material
Total
Libros
Folletos
Revistas
Fotografías
Legado Comín Colomer
10.490
6.209
131

16.830
Gabinete de Estudios Contemporáneos
8.000
4.000

120.000
132.000
Colección Estelrich
292
154


446
Otras
282



282
Total
19.064
10.363
131
120.000
149.558

Comentarios

  1. Muy interesantes, con muchísimos datos.

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  2. Interesantísimo. Resulta ameno y riguroso. Quedo a la espera de un nuevo capítulo.

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